Tuesday, September 19, 2006

Dieciocho Nada.


Todo lo cierto que puedo decir acerca de mi ausencia es que fue algo vergonzoso, por supuesto. Cuando una persona como yo decide darse este tipo de lujos, no es muy provechoso ni le causa muchas alegrías. Esto de no hacer nada (o de hacer nada, para los empecinados en conocimiento empírico) ha sido más que relajado considerado un descanso, ha sido inútil. Yo sigo estresándome por levantar un dedo y así no se llega muy lejos. Un dieciocho que pasó sin pena ni gloria se fue y no me dejó avances. Solo algunas fotografías mentales de fondas con mucho viento, anticuchos que se vendían como pan caliente, caballos de todos los colores con cara de cansados galopando rápidamente, y sus jinetes huasos disfrazados, que al primer momento de tensión agarraban el celular y corrían a ponerle la alarma al auto.

Yo soy parte de ese mínimo grupo de chilenos que tienen vacaciones de septiembre. Una de las pocas cosas que le puedo agradecer a esta región es que exista la Pampilla, la instancia que hace que noséaquién se le haya ocurrido decir: Bueno, como la Pampilla atrae público, hagamos que los chiquillos colegiales que van buscando la “novedad del año” tengan su recreíto para seguir comprando y financiando al municipio que no ha hecho mucho por sus ciudadanos. Yo agradezco eso muy mínimamente, porque al tener un alto de una semana en un semestre que aún no ha mostrado su peor parte, me da un poco de miedo y debo reconocerlo, que el tiempo se me vaya de las manos. Por esa misma razón no muy bien explicada no me agradan mucho los fines de semana largos. Me hacen pensar que son en realidad una pausa y no hay que hacer nada más que ver las listas de 101 tipos de chichas con la que se emborracha Chile Continental en el E! Entertainment, pero no, en 24 o 48 horas vuelve todo a ser lo mismo y te das cuenta solo cuando es tarde. Casi como en todo.

A mí me gusta el 18. No soy muy patriótica, pero me envuelve esta situación de unidad falsa y de cánticos folclóricos amenizados por parrillas humeantes y carnes recién salidas del matadero. Debo aceptar que soy de esas personas que se aprovecha del pánico dieciochero para engullir todo lo que esté bueno de la comida nacional, y luego se anda lamentando por ser también, de esos miles que subieron cuatro kilos en época de fiesta nacional. Son contradicciones varias que me gustaría comprender a cabalidad, pero que, como todo, se esfuma tan rápido como todo dicho de chileno con complejo de doble estándar.

En realidad, estoy decidida a hacer que esto cambie, o sea yo. Quizás esta determinación sea pasajera, pero va a tener que funcionar aunque sea a la fuerza. Yo desde mi burbuja, saludo a todo aquel que lea y no comente, a aquel que se lamente por perder el tiempo en esto y a esa persona que quizás lo considere por algún momento.

En las tierras papayeros, soy una persona más productiva que acá. Estoy a full en un campeonato interescolar de debate organizado por el Colegio Alemán de La Serena, y el lunes tenemos la final con el Seminario Conciliar, y a la mayoría esto le parecerá bastante ajeno, pero bueh, ya decidí que iba a decirlo. Cuídense, por mi parte, me despido.