Cuando salí del colegio, se me ocurrió que sería Socióloga, influenciada por la devoción de mi papá por el chascón Villegas, la recomendación de JMV, y potenciada la idea porque, básicamente, yo era súper pelotuda. Mi idea era estudiar Periodismo, todo el mundo lo sabe y lo sabrá, pero no: encontraba que si no podía estudiar en Santiago, chao no más. Y así terminé en la Universidad del Paro, y terminé desencantándome totalmente de la carrera. Los únicos ramos que me caían bien eran Historia y Antropología. Los ramos de investigación me parecían una verdadera lata. A veces me pongo a pensar: ¿Por qué cresta hay que estudiar algo para hacer otra cosa? ¿No puedo simplemente estudiar la teoría de algo, y quedarme con eso, solo por acumular conocimientos? En resumen, me cargan los trabajos prácticos, el paradigma constructivista y el "aprender haciendo", tanto, que terminé matriculada en la universidad que llevaba esa frase por slogan. Buena.
Entré a Traducción porque el único ramo donde realmente era sobresaliente era Inglés, y no quería que me fuera mal. Pussy. La cosa es que entro y me encuentro con un cúmulo de personas que no tenían nada que ver conmigo, cero tema, y muchos ni siquiera cachaban una palabra de inglés, esperando que les enseñaran en la universidad, fome. Para ponerle más emoción a la vida universitaria, se me ocurrió iniciar mi experiencia del pololeo con la escoria más grande de la sociedad, y la pasé como el ajo, pero aprendí un par de cositas, así, entre toda la basurita que hubo:
- a maquillarme (¿ah?)
- me compré una bici (eee)
- caché que si me esforzaba un poquito, me podía ir súper.
La única explicación que le veo al hecho de perder casi 2 años de mi vida en una relación (terrible de) fome, es que aprendí a estudiar, nunca supe cómo era eso cuando iba al colegio, me ponía a leer las guías de Historia en la cama y cuando llegaba a la segunda hoja decía "Nah, mejor duermo". Ahí están mis resultados académicos, hola.
En la universidad no me costó que me fuera bien, porque tenía la mitad de la pega hecha: ya sabía el idioma, y la materia me parecía interesante. Y como nunca fui la más sociable, prestaba atención en clases, tomaba mil millones de apuntes y preguntaba todo lo que no me quedara claro. Razón suficiente para ganarme el pseudo odio de algunos, así, solo porque sí. Mi pensamiento era que yo me estaba endeudando,y tenía que aprovechar las horas con los profes y aparte que fome estudiar una carrera y pensar todo el día en irme a mi casa o en las vacaciones de verano, ¿para qué? Bueno, y así fue cómo terminé la carrera. Igual, encuentro que elegí algo sin tanta complejidad, y por eso no me costó que mis notas mejoraran. En fin, igual me gané algunas felicitaciones buena ondi.
Yo iba a escribir una cosa totalmente distinta a esta, pero ya que estamos: Ahora me enfrentaré de nuevo a la experiencia de ser alumna: voy a estudiar de nuevo. Investigué temas que me interesaran por todos lados, y como siempre estaré picada por no ser periodista o publicista, me metí a un diplomado en comunicación y marketing digital. Y más picada aún, no tomé la modalidad e-learning; tomé el presencial, en Santiago. Sorry mamá, pero ya son muchos años de aguantar papayadas.
Ahora mi segundo hogar será el terminal, y confieso que me muero de miedo si me va mal. La mayoría de mis compañeros es periodista, publicista o diseñador, y yo ahí metida en las patas de los caballos. Ni siquiera sé si esto me servirá para el día en que por fin encuentre trabajo. Bueh, así parece que soy yo. Me da miedo todo, trato de ser la mejor, no me resulta, y lloro. No, en verdad lo que quiero es intentar probar el punto de que no necesito ser periodista para poder estudiar comunicación y que me vaya bien. Crucemos los dedos.
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